tema 7: LAS REGIONES
BIOGEOGRÁFICAS DE ESPAÑA
1. Factores de la diversidad biogeográfica.
2. Características de las regiones biogeográficas.
3. Formaciones vegetales de la España peninsular e insular.
4. La intervención humana y sus consecuencias.
1. Factores de la diversidad biogeográfica.
La
vegetación española cuenta con unas 6.000 especies. Esta diversidad resulta de
la variedad de factores que inciden sobre ella.
Los factores físicos son:
La diversidad del clima, pues cada
planta requiere unas condiciones específicas de temperatura y precipitación. La
España peninsular pertenece a los dominios atlántico y mediterráneo. Éste
último es el más extendido y determina tanto por sus contrastes estaciones como
por las gradaciones espaciales, la aparición de biotopos diversos.
La diversidad del relieve, que propicia
especies diferentes en función de la altura, y de la orientación de las
vertientes a barlovento/sotavento del viento dominante, o en la solana/umbría.
La variedad de los suelos, dado que cada especie
prefiere un tipo concreto.
La posición de encrucijada de la Península (influencias atlántica, mediterránea, sahariana y europea) y la
originalidad de la vegetación canaria, motivada por la insularidad. Cuando la
vegetación de una zona resulta exclusivamente de la incidencia de factores
naturales se denomina clímax o potencial.
Los factores humanos se manifiestan en la degradación de la cubierta
vegetal existente,
o en la introducción de especies
foráneas interesantes por su aprovechamiento agrario o por su valor
económico (especies de repoblación como el eucalipto). Cuando la vegetación de
una zona es el resultado de la intervención humana se denomina vegetación
secundaria.
2. Características de las regiones biogeográficas.
En
Biogeografía, las jerarquías que se establecen son las siguientes:
reino, provincia y sector. España forma parte del reino holártico boreal que
se extiende sobre los continentes al norte del trópico de Cáncer. Éste
comprende once regiones, de las cuales tres están presentes en España:
La región eurosiberiana se corresponde con la cornisa
Cantábrica y los Pirineos,
excepto la parte oriental de los mismos. Se caracteriza por una vegetación
exuberante, como corresponde a un clima de temperaturas suaves y humedad
abundante y bien distribuida a lo largo del año. Estas condiciones, unidas a
las características de un suelo pobre, permiten el desarrollo de un bosque
caducifolio que alcanza de 25 a 30 metros de altura y cuya frondosidad
reduce considerablemente el acceso de la luz solar hasta el suelo, dificultando
el desarrollo de los estratos arbustivo y herbáceo.
La región mediterránea comprende el resto de la Península y las islas
Baleares. El
principal rasgo de la vegetación es su carácter perennifolio, que deriva
de las exigencias de adaptación al medio que impone el clima. El clima
mediterráneo presenta una sequía estival muy acusada a la que se han adaptado
las plantas desarrollando mecanismos para reducir la evapotranspiración y
alcanzar la humedad del suelo. Por eso, la vegetación mediterránea tiene hojas
pequeñas y de color cobre, y una raíz extensa y profunda que se hunde
vigorosamente en el sustrato (a este tipo de hojas se les llaman esclerófilas).
La región macaronésica se corresponde con el
archipiélago canario.
Entre sus características: la insularidad, variedad litológica y antigüedad de
la flora. Esto hace que entre sus principales rasgos encontremos la variedad
florística y la elevada proporción de endemismos. Esta diversidad
procede de la unión en el archipiélago de las influencias del mundo holártico y
mediterráneo con las africanas, mientras que la insularidad ha fortalecido los
caracteres autóctonos.
3. Formaciones vegetales de la España peninsular e insular.
Las
formaciones vegetales se disponen en comunidades, cuyo conjunto constituye el
paisaje vegetal de un área. Dado que el clima ejerce una influencia decisiva
sobre la vegetación, estudiaremos los paisajes vegetales de España por bioclimas, es decir, por áreas dotadas
de una cierta homogeneidad interna en cuanto a su clima y vegetación.
A) El paisaje vegetal de clima oceánico.
Corresponde
a la región floral eurosiberiana. Sus formaciones vegetales características son
el bosque caducifolio, la landa y el prado.
a)
El bosque caducifolio.
El
bosque caducifolio es denso. Está constituido por árboles altos, con tronco
recto y liso, y la hoja grande y caduca. En el sotobosque crecen helechos y
musgos, en un ambiente sombrío causado por las copas de los árboles, que se
sitúan próximas entre sí, impidiendo que llegue mucha luz al suelo. Las especies más características son el
roble y el haya, que pueden aparecer formando grandes masas específicas o
mixtas.
El haya exige gran
humedad, tolera mal el calor y muy bien el frío, por lo que es un árbol de
montaña, que prefiere los suelos calizos, aunque tolera los silíceos. Su
madera, dura y de buena calidad, se emplea para elaborar muebles y utensilios.
Su área principal está en la cordillera Cantábrica y el Pirineo navarro.
El roble exige menos
humedad que el haya, y tolera mal el calor y el excesivo frío, por lo que se
sitúa a alturas más bajas. Prefiere suelos silíceos. Su madera, dura, se emplea
para la construcción y para fabricar muebles y barcos. Las áreas más extensas
de roble se encuentran en Galicia y en la cordillera Cantábrica.
El rebollo y el quejigo son especies propias del clima
oceánico de transición. El bosque
marcescente (aquel cuyas especies no pierden las hojas de las ramas cuando
llega el invierno) es menos denso y de árboles menos altos, que mantienen sus
hojas secas hasta el nacimiento del nuevo brote para proteger las yemas del
frío. Sus bellotas se usan para la alimentación del ganado.
La acción humana ha supuesto cambios en la vegetación natural:
- La reducción de la extensión del bosque por la pérdida de sus usos tradicionales (la leña y el carbón vegetal en la calefacción rural, ahora se usa gasoil, y la madera para la fabricación de aperos); las quemas incontroladas para obtener pastos; y los incendios forestales.
- La introducción de especies
secundarias de
aprovechamiento agropecuario, como el castaño, que ha ganado terreno a
costa del roble por el uso de su fruto y de su madera.
- Las repoblaciones con árboles de crecimiento
rápido y buen aprovechamiento económico, como el pino (madera y resina)
y el eucalipto (celulosa y pasta de papel). Estas repoblaciones han sido
muy criticadas porque las hojas de ambos árboles colaboran a la acidificación y
al empobrecimiento del suelo y son especies que arden con más facilidad en caso
de incendio.
b)
La landa y los prados.
La
landa es una vegetación densa de matorral, cuya altura puede ser baja o
alcanzar los cuatro metros. Sus especies más abundantes son el brezo, el tojo y
la retama. La landa aparece como degradación del bosque caducifolio o
como vegetación supraforestal (piso
que se inicia aproximadamente a partir de los 2.000 m). Suele
usarse para cama de animales y luego como abono mezclado con los excrementos
del ganado.
Los
prados son una vegetación herbácea que ocupa grandes extensiones de
terreno en los paisajes oceánicos. Se usan como alimento del ganado
(pastizales).
B) El paisaje vegetal de clima mediterráneo.
Corresponde
a la región floral mediterránea. Sus formaciones vegetales características son
el bosque perennifolio y el matorral: la maquia, la garriga y la estepa.
Estas
formaciones xerófilas (vegetación adaptada a la aridez) se han adaptado a la
sequía estival. Así, desarrollan raíces muy extendidas en superficie o en
profundidad para captar el agua. Poseen hojas perennes y esclerófilas (duras y
coriáceas), con diversos sistemas para disminuir la transpiración.
a)
El bosque perennifolio.
Es
un bosque poco denso. Lo forman árboles de mediana altura, con tronco sinuoso,
grueso y rugoso, y hoja perenne. Sus ramas crean copas globulares y amplias,
que proyectan sombra sobre el suelo para mitigar la insolación y la
evaporación. Posee un rico sotobosque (matas
y arbustos que crece bajo los árboles de un bosque o monte), con
especies como la retama, ya que los árboles se sitúan algo apartados uno de
otros y la luz penetra con facilidad.
Las especies más
características son:
La
encina es
resistente a la sequía y se adapta a todo tipo de suelos, por lo que es el
árbol más típico y extendido del clima mediterráneo. Su madera, muy dura y
resistente, se empleaba tradicionalmente para elaborar ruedas, carpintería
exterior, utensilios y carbón; y su fruto, la bellota, para alimentar al
ganado. Los bosques mejor conservados se encuentran en Sierra Morena, Extremadura
y la sierra de Guadarrama.
El
alcornoque necesita
cierta precipitación (más de 500 mm/año), inviernos suaves, y suelos silíceos.
Su madera, muy dura, se aprovecha para la realización de toneles y barcos, y su
corteza, para la obtención de corcho. Se concentra en el SO. Peninsular, en
sectores del sur de Andalucía (de Cádiz a Málaga), en el NO. de Cataluña y en
Castellón.
La
acción humana ha supuesto cambios en la vegetación natural:
- La reducción de la extensión del
bosque por la pérdida de muchos de sus usos
tradicionales; el obstáculo que representan los árboles para la mecanización
agraria y para el regadío móvil; y los incendios forestales.
- La modificación para uso
agropecuario mediante el sistema de la dehesa. Consiste
en aclarar el bosque de encina y alcornoque y combinar su conservación y la
protección del suelo, por los árboles, con el aprovechamiento agroforestal del
fruto, la leña, la madera o la corteza de los árboles; la práctica de la
ganadería y del cultivo; y otros usos, como la caza.
- Las repoblaciones con pino se
han extendido por amplias zonas. Se valora su adaptación a condiciones
climáticas extremas (frío, calor, aridez y humedad) y a suelos diversos; su
rápido crecimiento; y el aprovechamiento económico de su resina y de su madera
para la construcción, la elaboración de muebles, el aglomerado y la pasta de
papel.
b) El
matorral.
El
matorral mediterráneo no es una formación clímax, sino el resultado de la
degradación del bosque. Presenta tres tipos característicos:
- La
maquia es una formación arbustiva
densa, casi impenetrable, de más de dos metros de altura. Está integrada por
matorrales esclerófilos (hojas duras) como la jara, el brezo, el lentisco y la
retama. Se encuentra en la misma área del alcornoque.
- La garriga está formada
por arbustos y matorrales de poca altura, que dejan zonas sin cubrir, donde
aparece la roca desnuda. Prefiere los suelos calizos. Especies características
son el tomillo, el romero y el espliego.
- La estepa está formada
por hierbas bajas, entremezcladas con arbustos espinosos, nudosos, bajos y
discontinuos, que dejan al descubierto suelos pobres. Entre sus especies
destacan el palmito, el tomillo, el espartal y el espárrago. Es propia de la
zona semiárida del sureste peninsular y del valle del Ebro, donde la sequía
impide el crecimiento de los árboles y en zonas donde la garriga ha sido
degradada por la acción humana.
El matorral mediterráneo tiene diversos usos:
en perfumerías, en la medicina natural o en la industria farmacéutica, como
condimento gastronómico, para la fabricación de escobas, esteras, cuerdas y
cestos.
C) El paisaje vegetal de ribera.
En
las riberas de los ríos, el suelo se impregna de humedad, por lo que su
vegetación tiene rasgos diferentes a la de su entorno, especialmente en las
zonas de clima seco. La presencia constante de agua hace que solo puedan vivir
allí ciertas especies, que se disponen en franjas paralelas al río, desde las
que están en contacto semipermanente con el agua hacia el exterior.
Los
bosques de ribera están formados por las siguientes especies: el aliso
y sauce (cuyas raíces necesitan estar en el agua), el chopo, el álamo
y el fresno (solo requieren humedad en el extremo inferior de las
raíces) y el olmo, (menos exigente en humedad).
Algunos
de esos árboles, de crecimiento rápido y madera blanda, como el chopo o el
sauce, se usan para armazones y embalajes. Junto a los bosques crecen juncos y
matorrales, como el cornejo, el aligustre, la madreselva, las zarzamoras y los
rosales silvestres.
La acción humana ha reducido la extensión de los bosques de ribera, al alterar los márgenes y
los cauces fluviales para implantar cultivos, urbanizaciones o canalizaciones.
Este hecho ha supuesto una grave pérdida, sobre todo en la España seca, donde
la reducción de la vegetación ha supuesto una degradación paisajística, ha
aumentado la erosión, el riesgo de inundación, el aumento de la evaporación y
de la temperatura en la zona.
D) El paisaje vegetal de montaña.
En
la montaña, la vegetación se dispone en pisos bioclimáticos con
formaciones vegetales distintas según la latitud, la altitud y la orientación
(barlovento, al recibir más precipitación que el sotavento, tiene vegetación
abundante; solana, orientada al sur, está más afectada por la acción del sol
que la umbría y, por tanto, retiene menos la humedad).
El
piso subalpino (1200-2400 m.) reúne coníferas
naturales, como el abeto, el pino negro y el pino silvestre. Las coníferas son árboles o arbustos resinosos, de hojas aciculares
(como agujas) y frutos agrupados en conos (piñas). El abeto puede formar
bosques mixtos con el haya. El sotobosque está constituido por arbustos
como el arándano.
El
piso alpino (2400-3000 m.) es dominio del prado, que tiene un
período vegetativo corto, ya que pasa siete u ocho meses cubierto por la nieve.
Por este motivo no pueden desarrollarse plantas de mayor tamaño. En estas
alturas abundan los sectores de roca desnuda y los canchales, donde crecen pequeñas
plantas rupícolas (adaptadas a vivir en las rocas).
El
piso nival (más de 3000 m.) tiene espacios de topografía algo plana o de
pendiente reducida en los que la nieve se mantiene todo el año y la vegetación
es inexistente. Posee también otros espacios de fuerte inclinación, donde la nieve
desaparece cierto tiempo. Aquí se encuentran pequeñas plantas rupícolas,
dispuestas directamente sobre la roca (líquenes y musgos) o en las
grietas y fisuras.
2)
El resto de las montañas peninsulares carecen del piso
subalpino de coníferas.
La
montaña atlántica está
representada por la vertiente norte de la cordillera Cantábrica. En ella se
suceden un piso basal forestal de bosque caducifolio, un segundo piso
supraforestal de landa y una cima con prados.
La
montaña mediterránea incluye
las montañas del resto de la Península y de las islas Baleares. En ella se
suceden un piso basal forestal de bosque perennifolio precedido de arbustos y
matorrales espinosos que alternan con pedregales en las zonas más secas. Por
encima del piso supraforestal se encuentran los prados, que en la zona
mediterránea se reducen al fondo de los valles y otras zonas húmedas.
La
acción humana ha
reducido los bosques de montaña en favor de usos agropecuarios, pastos en la
montaña atlántica, o cultivos en la mediterránea (almendro, olivo, vid, etc) y
de la extensión de los bosques de repoblación con buen rendimiento económico.
En otros casos, la degradación o desaparición del bosque ha provocado su
sustitución por el matorral.
E) El paisaje vegetal de Canarias.
La
vegetación de Canarias corresponde a la región macaronésica de las que proceden
las especies autóctonas, a las que los sucesivos pobladores incorporaron
especies mediterráneas europeas y africanas y especies americanas. Además, por
su situación insular, desempeñan un gran papel los endemismos (formaciones
vegetales propias y exclusivas) y las reliquias (vegetación que ocupó
grandes extensiones en otras épocas geológicas del clima distinto y que se ha
refugiado en enclaves muy reducidos).
Las
islas orientales (Lanzarote y Fuerteventura), por su relieve poco
acusado, presenta un cambio en la vegetación. La falta de montañas elevadas
hace que los alisios no provoquen los “mares de nubes”, por lo que hay ausencia
total de laurisilva y el pino canario no existe en estas islas. Su vegetación
está adaptada a la aridez extrema (subdesértica). No obstante, en el resto de
las islas con relieve montañoso, resulta una riqueza vegetal extraordinaria, en
las que se suceden los siguientes pisos vegetales:
El
piso bajo (desde el nivel del mar hasta los 300-500 m.) tiene muy poca
humedad y, por ello, carece de vegetación arbórea, pues predominan los
matorrales ralos (poco espeso y
poblado) y ásperos (cardón y tabaiba). Incluye plantas que soportan la
sal y la arena como la barrilla.
El
piso intermedio (200-800 m.) está condicionado por el descenso térmico y
el aumento de la humedad que transportan los vientos alisios. Aquí crece la
palmera, el drago y la sabina.
El
piso termocanario (800-1200 m.). La vegetación se adapta al mar de nubes
o niebla causada por los Alisios que aporta gran humedad, más fresco y menor
insolación. Está formada por el bosque de laurisilva (muy denso y
compuesto por más de veinte especies) y el
brezal (degradación de la laurisilva por la
acción humana).
El
piso de montaña (hasta 2200 m.) está dominado por el bosque de
coníferas. Su especie principal es el pino canario que, al quedar fuera
del mar de nubes, debe adaptarse a unas especiales condiciones de aridez y al
frío. En las zonas más altas de este piso pueden hallarse otras especies, como
el cedro canario.
El
piso supracanario (más de 2200 m.) solo está presente en Tenerife y La
Palma. Se caracteriza por una acusada desnudez, con matillas dispersas, pero de
gran riqueza florística (violeta del Teide).
La
acción humana se ha manifestado en el retroceso de la vegetación en las
zonas bajas y en las medianías por la implantación de urbanizaciones turísticas
y cultivos; y en las áreas de bosque, dada la escasez de madera del
archipiélago.
4. La intervención humana y sus consecuencias.
El
medio ambiente es de una gran importancia para el ser humano, pues de él obtiene
sus recursos. Pero la acción antrópica (humana) causa problemas al medio
natural. Los principales son la destrucción o desaparición total de elementos
medioambientales, la sobreexplotación o explotación del medio por encima de su
capacidad de producción y regeneración, y la contaminación o adición de
materias nocivas en proporción no asimilable por el medio.
a)
La deforestación o destrucción de la cubierta vegetal.
La
deforestación tiene como causas principales las roturaciones agrarias, la
ocupación del espacio forestal para otros usos y los incendios forestales.
- La agricultura y la ganadería, desde el pasado remoto, han
roturado miles de kilómetros cuadrados de bosque que se han destinado a
cultivos o se han convertido en prados para el ganado.
- La ocupación urbana, las
instalaciones industriales, las
segundas residencias y las grandes infraestructuras también se han realizado en
muchos casos a costa del bosque.
- Los incendios forestales han tenido una clara evolución
ascendente en los últimos treinta años. Su mayor frecuencia se da en el verano
y se estima que el 96% son provocados, por descuido o de forma intencionada,
por algunos ganaderos que quieren obtener nuevas zonas de pastos, por
especuladores que desean suelos para segundas residencias o instalaciones
hoteleras, y por excursionistas.
Los
incendios se han visto favorecidos además por la densificación del sotobosque
en muchas zonas (debida al abandono de los usos tradicionales del bosque) y por
las repoblaciones con especies que arden con facilidad, como el pino y el
eucalipto. Los mayores riesgos se concentran en Galicia, los Montes de León, la
cornisa cantábrica y la fachada mediterránea.
Frente
a la alteración y la deforestación, en el Plan Forestal Español 2002-2023,
se propone:
- el desarrollo sostenible y el
uso multifuncional del bosque,
es decir, combinar la protección con el aprovechamiento racional de sus
recursos por la población rural y con un uso recreativo responsable.
- prevenir los incendios
mediante campañas de información y sensibilización; incremento de las penas para
los causantes; prohibición de recalificar los terrenos afectados para otros
usos durante treinta años; limpieza de la maleza de los bosques; e incremento
de los medios para sofocarlos (cortafuegos, puntos de agua, hidroaviones).
- restaurar las zonas
incendiadas y la reforestación de 3,8 millones de hectáreas, como forma de contribuir a
la conservación de la biodiversidad y a la lucha contra el cambio climático,
dado que el bosque absorbe CO2 y suministra biomasa que reduce el consumo de
otras fuentes energéticas.
b)
La contaminación, la erosión y la desertificación del suelo.
La
contaminación del suelo es obra de los vertidos industriales y urbanos
y, sobre todo, del abuso en el empleo de fertilizantes químicos y plaguicidas
en las actividades agrícolas, que a largo plazo pueden dar características
tóxicas al suelo.
La
erosión del suelo es un fenómeno natural que, en una parte importante de
España, se ve acentuado por las acusadas pendientes y el carácter torrencial de
las precipitaciones. Pero la erosión natural puede intensificarse también
debido a acciones humanas, como la deforestación y las prácticas agrícolas y
ganaderas inadecuadas:
- La deforestación por
tala o incendio contribuye a la erosión, pues la vegetación fija el suelo con
sus raíces y retiene el agua de lluvia, dejándola caer lentamente, de modo que
evita que golpee directamente sobre el suelo.
- El excesivo pastoreo en
pastos pobres acentúa la erosión. Lo mismo sucede con prácticas agrarias
inadecuadas, como no dejar descansar suficientemente el suelo, abusar de los
abonos y plaguicidas químicos o cultivar en las laderas de gran pendiente sin
adoptar medidas de protección.
En
España, la erosión destruye una media de 200 kg de suelo por segundo (5 mm de
su capa superficial al año). Las áreas con más riesgo son la costa
mediterránea, el valle del Guadalquivir y áreas montañosas con pendientes, ríos
torrenciales, e insuficiente protección vegetal.
La
desertificación es la degradación de las tierras de las zonas áridas,
semiáridas y subhúmedas secas hasta adquirir rasgos propios de los desiertos.
Sus causas son la erosión, la aridez, los incendios y la sobreexplotación de
los acuíferos. Así, un 6% del suelo español está desertificado y un 17,8% se
halla en riesgo muy alto o alto. Las áreas más afectadas son el SE peninsular y
Canarias.
Frente a este problema España cuenta con una red de estaciones de seguimiento de la erosión y la desertificación (Red RESEL).
Respecto a las políticas medioambientales, España comenzó a preocuparse por estos temas a finales de los 60 y en 1971 se crea el ICONA. En 1977 se diseña la primera política medioambiental y la Constitución recogió el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado, creándose la figura del delito ecológico.
La política actual está determinada por los acuerdos internacionales suscritos, por la política medioambiental de la UE y por las actuaciones del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM).
La actual Ley de Conservación de Espacios Naturales y de la Flora y de la Fauna Silvestres de 1989, modificada en 1997, cuyos objetivos son la conservación y restauración de los espacios naturales y la prevención para evitar su deterioro.
c)
La reducción de la biodiversidad.
España es uno de los países de la UE con mayor biodiversidad o variedad de especies vegetales y animales, gracias a la diversidad de su medio físico. Sin embargo, la biodiversidad se ve amenazada por las siguientes razones:
- Alteración de los hábitats
naturales.
- Introducción de especies
exóticas invasoras.
- Selección genética
(agricultura y ganadería) en favor de especies más rentables.
- Caza o pesca excesivas.
Las
consecuencias son las especies amenazadas o en peligro de extinción como
el oso pardo, el lince ibérico, el águila
imperial, el quebrantahuesos, etc.
Por ello, España ha suscrito un acuerdo internacional (el Convenio sobre Diversidad Biológica) y ha elaborado una Ley (2007) y un Plan Estratégico (2011-2017) sobre el Patrimonio Natural y la Biodiversidad que pretende detener su pérdida, recuperando hábitats naturales, evitar especies invasoras y potenciar las especies autóctonas. Así, se recuperaría las especies amenazadas en peligro de extinción y vulnerables.
d) Espacios protegidos: principales figuras de protección, usos e impactos.
Origen de las medidas de protección
El precedente de la protección de la naturaleza hay que buscarlo en la Ley de Parques Nacionales de 1916, por la que en 1918 se declaran Parques Nacionales a los lagos de Covadonga y Ordesa, los dos primeros en España. Durante mucho tiempo primaron en las medidas proteccionistas los valores paisajísticos, pero poco a poco se fueron introduciendo otros como los geológicos o los biológicos. En 1975 se promulgó la Ley de Espacios Naturales Protegidos que empezaba a hacerse eco de la preocupación medioambiental que había en España, pero el gran salto cualitativo se dio en 1989 con la Ley de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y la Fauna Silvestres. España cuenta en la actualidad con 524 espacios protegidos, lo que representa el 6% de la superficie nacional. Por comunidades, las que más espacio tienen protegido son Andalucía, Canarias y Baleares.
Parques Nacionales
Los parques nacionales es la figura de protección más importante que existe en España. Son también los que ocupan la mayor extensión y máxima protección a los ecosistemas primigenios. Por lo general, se trata de zonas de montañas o humedales poco poblados y de gran interés ecológico, las cuales se consideran idóneas para intentar una conservación compatible con el desarrollo, según la filosofía de desarrollo sostenible que impera en la actualidad. Los parques nacionales son gestionados conjuntamente por el Estado y las Comunidades Autónomas y sólo se permiten ciertas actividades económicas. A veces, provocan rechazo entre la población que los habita por su alto grado de protección.
1. Agüestortes y Lago de San Mauricio: Lérida
2. Archipiélago de Cabrera: Cabrera (Islas Baleares)
3. Cabañeros: Ciudad Real y Toledo
4. Doñana: Huelva, Sevilla y Cádiz
5. Islas Atlánticas (Islas Cíes): Pontevedra y A Coruña
6. Picos de Europa: Asturias, Cantabria y N de la provincia de León
7. Ordesa y Monte Perdido: Huesca
8. Tablas de Daimiel: Ciudad Real
9. Sierra Nevada: Granada y Almería
10. Timanfaya: Lanzarote
11. Teide: Santa Cruz de Tenerife
12. Garajonay: La Gomera
13. Caldera de Taburiente: La Palma
14. Parque Nacional de Monfragüe: Cáceres
15. Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama: Madrid y Segovia
16. Parque de la Sierra de las Nieves: Málaga
Parques Naturales y otras medidas de protección
Los parques naturales tienen un rango inmediatamente inferior a los nacionales. Los gestionan las CC.AA, tienen inferior superficie e inferior grado de protección, ya que permiten usos tradicionales relacionados con el sector primario y turismo. En Andalucía son parques naturales la Bahía de Cádiz, Sierra de Aracena y Picos de Aroche, el parque de Los Alcornocales o la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas, entre otros.
Las reservas naturales tratan de proteger algún aspecto concreto que por su rareza o fragilidad necesita ser protegido par evitar su deterioro o extinción. Isla de Enmedio, Laguna del Portil, Marisma del Burro y Puerto Moral, todos ellos en la provincia de Huelva
Los monumentos naturales son casi siempre de naturaleza geológica y por lo general de pequeña extensión. Una chimenea volcánica, una garganta fluvial podrían ser en su caso objeto de este tipo de protección. Encina de la Dehesa de San Francisco (Santa Olalla del Cala), Acebuche del Espinillo (Marigenta-Zalamea La Real), Acantilado del Asperillo (Mazagón-Matalascañas), Pino Centenario del Parador de Mazagón y Acebuches de El Rocío.
Los paisajes protegidos suelen tener una motivación más variada, aunque predominan los valores estéticos y culturales. Son los que tienen el menor grado de protección pues solo se prohíben las actividades económicas incompatibles con el medio ambiente. Paisaje Protegido del Río Tinto
e) Política ambiental de la Unión Europea en materia de espacios naturales.
La política medioambiental de la Unión Europea tiene tres características generales: primar la política de prevención de problemas medioambientales, coordinar las políticas medioambientales de los Estados miembros y promulgar una serie de normas relativas a problemas medioambientales y cuidar de su cumplimiento.
Red Natura 2000
Pretende la conservación de los espacios naturales y de la flora y la fauna silvestres gravemente amenazados en los estados miembros. Cada estado propone una lista nacional, que, tras ser aprobada por la Comisión, pasa a formar parte de los LIC (lugares de interés comunitario) y permite declararlos como zonas de especial conservación. La lista española comprende 653 lugares.